como viajando se cura el egocentrismo, admitamos que perviven entre nosotros actos inconscientes y costumbres inveteradas que nos alejan de la urbanidad de la Europa central. Pues el civismo, consustancial a la ética pública como manifestación de respeto a personas y bienes, constituye todavía una de nuestras asignaturas muy pendientes. Comencemos por la agresión a los sentidos en nuestra cotidianeidad y comparémonos con los enclaves en los que incluso los niños hablan bajo, donde la higiene comprende la particular y la colectiva, sin papeles, chicles ni escupitajos en la vía pública, menos aún heces perrunas y micciones humanas. Esos añorados entornos sociales autorregulados por un orden natural, donde el afán por llegar con antelación minimiza el estrés ciudadano provocado por la impuntualidad y en las colas de espera no se precisan números de turno porque no se hacen trampas, hasta el punto de que nadie osa situarse a la par de un conocido en posiciones avanzadas. La movilidad resulta uno de los más nítidos indicadores de las urbes sosegadas merced para empezar a la coexistencia pacífica de coche -restringido en los centros históricos-, bicicleta, tranvía, metro y hasta tren concéntrico. Sin que suenen bocinas, ni se necesiten badenes ante la estricta observancia de la velocidad marcada, así como de los pasos de cebra y de los carriles bici. Y con el acatamiento riguroso del semáforo rojo y también del ámbar, concebido por conductores y transeúntes para parar, nunca para acelerar. Cabe también establecer una relación directamente proporcional entre el consumo cultural y la convivencia, a la que coadyuva la lectura -singularmente en el metro- y la afluencia regular a conciertos, cines y teatros, museos y exposiciones. Actividades que confieren espíritu ciudadano en contraposición a los espectáculos deportivos multitudinarios que enfervorizan a la masa, siquiera momentáneamente. La educación no ocupa lugar pero su carencia desquicia a las ciudades y a sus moradores. Cada cual tenemos nuestra alícuota parte de responsabilidad para hacer más habitable el entorno físico con el ejemplo individual como factor de mímesis.
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