hace unos días, Lola Cabasés recuperaba en estas páginas el drama de varias familias de Lekunberri que habían solicitado una investigación para conocer el paradero de sus bebés, dados por muertos a poco de nacer y cuyos cuerpos nunca llegaron a ver. La sospecha de que los recién nacidos pudieron ser entregados a otras personas se sostiene en casos semejantes ocurridos en todo el Estado en las últimas décadas, dentro de una trama que repite un guión de los que son personajes activos monjas, enfermeras y médicos. Lo que en un principio pudieran parecer incidentes extraordinarios o fruto de la imaginación de madres que no llegaron a superar el shock de la pérdida ha cobrado unas dimensiones inimaginables. Las denuncias se cuentan por miles y, aunque atender y dar resolución a todas las demandas se antoja una labor hercúlea, el Congreso dio un paso importante al tramitar hace unos días por el procedimiento de urgencia la ley de bebés robados.

No es esta una cuestión que afecta a unos pocos, historias aisladas que nos llegan al alma cuando las escuchamos en boca de madres que han vivido con la convicción de que sus hijos o hijas seguían vivos con una identidad ficticia y con una vida que, mejor o peor, no era la que tenían trazada; es más, creo que lo ocurrido durante décadas alberga más relatos silenciados. Lo digo porque en una de las sobremesas de estos días navideños uno de los presentes hacía recuento de su árbol familiar y hablaba de una tía muy prolífica en hijos que incluso llegó a perder uno a poco de nacer. Eso al menos es lo que le dijeron, porque nunca llegó a ver el cadáver, según recordó. El alumbramiento tuvo lugar en los años setenta, década que registró un notable descenso en la tasa de mortalidad entre neonatos. La familia dio por bueno el testimonio médico y pasó página.

Teniendo constancia de que el tráfico de bebés ha sido una práctica de años, es necesario abrir cauces legales para dar respuesta a tantas preguntas; para sosegar la inquietud enquistada en tantas madres; también para que, quien así lo desee, pueda recuperar esa primera hoja arrancada de la historia de su vida.