Hay problemas que no se ven porque están detrás de las puertas de muchas de las casas de nuestros pueblos y ciudades, como si fuera un asunto interno, algo que les pasa a otros, pero que en realidad nos puede pasar a cualquiera. Problemas que pueden estar aquí mismo, en la puerta de al lado y que no son responsabilidad de quienes los sufren sino de quienes los generan. Esta semana, como cada invierno, se han conocido datos sobre un fenómeno antiguo pero de nombre reciente, pobreza energética, que no es sino el drama de muchas personas y familias por no poder encender la calefacción en sus casas, lo que les lleva a vivir en condiciones de vulnerabilidad. Personas sin recursos que ahora lo están pasando mal pero que en muchos casos no siempre sus vidas fueron en esa deriva. Personas que un día perdieron de golpe el trabajo, tuvieron una enfermedad que les incapacitó, se separaron, fracasaron en un negocio y tuvieron que empezar de cero, desempleados de larga duración con difícil recolocación en el mercado, ancianos con pensiones de miseria... Ciudadanos y ciudadanas que viven por debajo del umbral de la pobreza que, según apunta Cruz Roja tras una encuesta entre sus usuarios, tienen que elegir a diario entre comer o calentar la casa, e incluso eligiendo la primera opción apenas pueden destinar recursos a la preparación de las comidas si esto conlleva un alto gasto energético. Es cierto que desde el Gobierno de Navarra y diferentes entidades y asociaciones locales se está trabajando ya en este tema con medidas enfocadas a las ayudas directas, tanto para suministro como para envolventes de edificios que permitan un mayor ahorro. Pero el problema sigue. Tenemos suerte quienes podemos comer caliente y descansar calientes; quienes pueden poner la calefacción cuando están enfermos, cuando no se pueden mover, cuando estudian... porque el frío en el hogar no solo enfría las paredes, se mete en el cuerpo y afecta a la salud y a la vida, también a la vida social y al rendimiento escolar. Tenemos suerte quienes podemos ver caer la nieve desde la ventana apoyados en el radiador con una taza caliente en las manos. Bonita estampa ¿verdad? Piensa entonces en esos miles de personas a los que la nieve les pillará ya helados y sin posibilidad de entrar en calor. En todos aquellos que se enfrentan a diario a la difícil elección de pasar hambre o pasar frío.