a crispación lo emponzoña todo, no solo la política, también la vida familiar tras el forzado confinamiento grupal, los reencuentros entre amigos con polémicas viejas y hasta la espera en la cola de la pescadería con número de turno y distancia en centímetros que alguien trata de saltarse. El ánimo de discutir está a flor de piel, a imitación de las refriegas parlamentarias, con similar objetivo al de atacar a políticos con los que no compartes ideología, aunque sí adjetivos faltones. El personal exterioriza su hartazgo (con la vida, con la subida de precios, con el equipo de fútbol y hasta consigo mismo) a la menor oportunidad que ofrece su antagonista de rebatir y confrontar. La gente litiga a gritos y de forma airada sin importarle llamar la atención en público, destrozar los oídos de quienes tratan de seguir el contenido de una tertulia en radio o televisión o alterar la anodina vida de un grupo de WhatsApp. Ese aviso de salió del grupo pone el punto final a un intercambio de mensajes en el que los intervinientes acaban acusándose de fascista uno y de terrorista el otro. Otras veces el tema es más mundano y un vídeo o un chiste bastan para encender la mecha, apelar a no sé qué mandamientos y acabar convirtiendo la broma en un drama, sobre todo para el administrador. La comentada bronca entre dos personajes de televisión fabricados en la factoría de Telecinco para engordar audiencias e ingresos como Jorge Javier Vázquez y Belén Esteban no pasa de una escenificación patosa y aprovechada para hacer caja, pero pone de manifiesto que lejos del debate sosegado, a alguna gente le pone el griterío, el tú quién te has creído que eres y un ahora me voy y no vuelvo. La tensión llega a tal punto que comienzan a proliferar los manifiestos que abogan por una reconstrucción social que aplaque la confrontación y el odio, una de las secuelas más palpables del periodo de confinamiento. Estas iniciativas están cargadas de buena intención, pero acaban alimentando a los crispados que buscan nombres y apellidos de quienes firman a pie de página para desacreditar la idea y poner en circulación los supuestos intereses bastardos a los que pretenden dar cobertura. La crispación se extiende como una pandemia y para esto tampoco hay vacuna a corto plazo.