una señora de unos 70 años pasó la noche detenida en una comisaría de Iparralde tras ser interceptada en el puente “fronterizo” de Santiago por la Policía gala. La mujer llevaba en su coche a tres personas que huían en busca de un futuro mejor y, sobre todo, evitar que se les arrebatara la vida en su país. Vamos, que eran migrantes curtidos en cruzar fronteras. La mujer, a instancias del gendarme, reconoció desconocer a sus acompañantes: “Estaban haciendo autostop”. Pasaban las once de la noche y, según dijo al policía, pensó que le vendría bien ir acompañada a casa y con conversación. No debió colar, pero cuentan que la mujer se explayó a gusto: “No sabe que hay una frontera”, dijo el gendarme, y ella respondió: “¿No es lo mismo lo que hay a un lado y otro del puente? ¿No hay personas a un lado y otro del puente? ¿No es usted una persona, como yo y como ellos?” Cuenta que el policía no salía de su asombro.

Lo cierto es que desde hace un tiempo, las inmediaciones de esta frontera, pegada a Navarra y que ya teníamos olvidada como tal, está muy vigilada. Controles de Guardia Civil y de Policía Nacional en este lado, y de gendarmes en el otro, vigilan el tránsito de personas. Está bien si se trata de detectar a quienes están haciendo negocio con este tráfico -que también hay- pero es evidente que se exige ya una solución cuando de lo que se trata es de ayudar y acoger a personas que se han visto obligadas a dejarlo todo y salir huyendo para salvarse. Esto viene a cuento de los movimientos solidarios que se promueven a ambos lados de la muga y de los toques de atención que dan las organizaciones. El problema va a más, viene el frío y en África, Europa y América riadas de personas buscan cobijo, abrigo, acogida, un lugar donde poder seguir viviendo. De esto va.