Hace varios años, El Objetivo de La Sexta llamó a la sección de Deportes de este periódico, porque preparaba un programa sobre el fiasco de las obras faraónicas en toda España, y le habían echado el ojo al Navarra Arena.

Les enviamos algunos de los artículos publicados, comenzando por aquél de 2010 titulado "Excesivo, innecesario y deficitario", en el que se recalcaba que se construyó sin un estudio de viabilidad, por puro capricho megalómano de UPN, y parecía que lo iban a incluir en su reportaje hasta que hicieron la pregunta clave:

- ¿Y qué sobrecoste ha tenido?

- Ninguno.

- ¿En serio?

- Sí. Se presupuestaron (redondeando) 60 millones de obra y 5 de acondicionamiento final, y 65 millones ha costado.

Y ya no volvieron a llamarnos.

Semanas después (esa gente trabaja con tiempo, qué envidia) vimos el programa y entendimos que desecharan el Navarra Arena: no tenía nada que hacer ante las miles (no es exageración) de obras públicas con sobrecostes brutales (la Comisión Nacional de los Mercados y Competencia estimó en 2019 que por ese sumidero se han ido 48.000 millones de euros). Entre las obras estrella hay que destacar los túneles de la M-30 (de 1.700 millones de presupuesto ¡a 10.406!); la Terminal 4 de Barajas (de 1.033 a 6.200); o la variante de Pajares para el AVE (de 1.085 a 3.200).

Por eso, cuando vemos que el Navarra Arena es una excepción en ese despiporre de costes extras, nos preguntamos: ¿es que aquí somos más honrados que los demás? No, no puede ser eso. ¿Es que la clave está en que nunca te gobierne el PP? Bueno, sí, vale, tiene la mano muy muy larga, pero también ha habido sobrecostes con gobiernos de otros partidos.

¿Y no será, más bien, que la Hacienda de Navarra y la Cámara de Comptos controlan el gasto público con mucha más seriedad que la Hacienda de España, que ese engendro nepótico llamado Tribunal de Cuentas y que esas comunidades en las que los propios gobiernos neutralizan metódicamente todo control?

Atajar toda corrupción es misión imposible, porque hecha la ley, hecha la trampa, pero consuela un poco saber que en Navarra, al menos, alguien vigila con lupa el uso del dinero público. Que, visto lo visto, no es poco.