no: el Estado no puede seguir funcionando con unos Presupuestos de 2018 para superar esta pandemia criminal, también porque las nuevas Cuentas resultan un imperativo para recibir los fondos europeos movilizados. Y dos: involucrándose en la actualización presupuestaria, Sortu cumple en el marco de EH Bildu con su compromiso de apostar en exclusiva por las vías pacíficas y democráticas, nueve años después del cese definitivo de ETA. Bienvenidos por tanto el trámite presupuestario y la institucionalización plena de la izquierda abertzale clásica, salvo para quienes anteponen el barullo interesado al sentido común y además con un cinismo nauseabundo. La vomitiva doble vara de medir de quienes ahora observan alarmados un precio político en los 72 traslados de presos propiciados en los dos últimos años por las Juntas de Tratamiento de las cárceles, mientras callaron cuando entre 1996 y 1999 Aznar acercó a casi 200 reclusos y llamó a la organización entonces armada y activa “Movimiento de Liberación Vasco”. En Navarra, que aquí sigue pese a la venta por Zapatero a ETA que Sanz denunció en 2007 con todas las derechas en procesión por las calles de Pamplona, el debate presupuestario también se ha inclinado del lado de la mayoría para la investidura de una presidencia socialista con EH Bildu en su seno, imponiéndose la lógica política en beneficio de la estabilidad institucional imprescindible en un momento tan crítico. Con el factor añadido de que se ha modulado una dinámica de acuerdo progresista para lo que resta de legislatura, lo que augura ocho años consecutivos de UPN fuera del poder tras otros cuatro en caída libre por la degradación del barcinismo, que dejó a Navarra en riesgo de insolvencia después de tres prórrogas presupuestarias. De tal forma que los votantes menores de 30 años conocen un regionalismo primero inoperante y luego vociferante, y en ambos casos asido desde la perspectiva argumental a ETA. Sin menoscabo del recuerdo y la reparación que merecen las víctimas de aquella sanguinaria violencia de persecución ideológica, UPN corre serio peligro de quedar petrificada en la oposición y además diluida en una coalición insuficiente a efectos gubernamentales, si no juega desde la centralidad y la moderación sus bazas para ofrecer a la ciudadanía un futuro mejor con soluciones específicas a los problemas concretos del ahora. Y ETA ya no perturba esa necesaria mirada esperanzada hacia adelante, afortunadamente.