n política se puede hacer de todo menos el ridículo, como dejó muy bien dicho Tarradellas. Al expresident catalán no le escuchó, ni al parecer tampoco le ha leído, el hoy alcalde de Pamplona/Iruña. Porque Enrique Maya sigue resistiéndose a anunciar oficialmente, y con la contundencia debida para cortar de raíz cualquier expectativa, la suspensión de los Sanfermines por segundo año consecutivo. Víctima de una palmaria sobredosis de egolatría como regidor de la ciudad, celoso de toda autoridad que ose dar las fiestas de este 2021 por canceladas en estricta observancia del sentido común a la luz de la cruda realidad sustentada en evidencias irrefutables. La primera y fundamental, que aun contando en julio con un confinamiento perimetral autonómico e incluso local -una contradicción in terminis con unas fiestas de carácter internacional de impronta popular-, ni en Navarra ni en su capital puede garantizarse la inmunidad de rebaño que asegura la vacunación completa del 70% de la población, 460.000 ciudadanos en total y 140.000 de ellos pamploneses. Cuando la incertidumbre general se extiende al tiempo efectivo de protección de las vacunas homologadas, mientras ya se sabe que personas que padecieron la infección ahora carecen de anticuerpos. A lo que agregar las dudas más que razonables sobre la respuesta inmunitaria frente a las cepas en propagación sudafricana y brasileña, al igual que acerca de las eventuales futuras mutaciones. Así que mejor haría el arquitecto y alcalde ocasional Maya en atender a los expertos en Microbiología que en comportarse como un casta de porrón empecinado en el sueño de unos Sanfermines que bien podrían tornarse en una pesadilla en términos de salud pública, singularmente para un sistema sanitario tensionado hasta el extremo tras cuatro olas de covid. Si absurdo resulta que un regidor municipal alimente una posibilidad que descartan sus convecinos tirando de pura lógica, menos se entiende todavía la obcecación de Maya en caer en la misma piedra que el año pasado con el guirigay de las no fiestas. Porque claro que cabe el ocio veraniego al aire libre vinculado básicamente a la cultura, incluso en las plazas de toros y con corridas de postín si a la Meca le salieran las cuentas con un aforo restringido, pero con las medidas de seguridad adecuadas a la evolución de la pandemia y desligándolo radicalmente del jolgorio en la calle y de blanco y rojo. Sanfermines no y desde ya, señor Maya. Y en 2022 ya los disfrutaremos el triple con los encierros como santo y seña. Punto.

Como en política se puede hacer de todo menos el ridículo, mejor para el alcalde Maya dejar de alimentar por ego el sueño de unos Sanfermines de pesadilla para la salud pública