cuando coges distancia del móvil, las redes, internet, los medios... te das cuenta de que gran parte de la gente está más pendiente de sus propios asuntos que de las elecciones. Y tienen todo el derecho; cada cual puede elegir hacia dónde mirar, pero no hay que perder de vista que la ciudadanía navarra en general y la pamplonesa en particular se juega mucho el próximo 26-M. Elegir alcalde o alcaldesa, presidenta o presidente es muy importante, porque son ellos y ellas quienes gestionan de manera directa nuestras necesidades como ciudadanos y como sociedad. Pero hay que mirar también un poco más allá, levantar la vista y trascender fronteras y por eso no conviene minusvalorar la tercera papeleta de la próxima cita electoral, la del Parlamento europeo. Europa estuvo casi ausente del debate de los comicios generales y tampoco ha aparecido mucho en estas elecciones autonómicas y locales. Lógicamente los programas se centran en cuestiones más cercanas, pero muchas veces lo que pasa en tu pueblo, tu barrio, tu ciudad, tu puesto de trabajo... parte de algo que se ha decidido en el Parlamento de Bruselas, a mil kilómetros de Pamplona. Porque a pesar de las distancias, Europa está aquí al lado, sobre todo para las nuevas generaciones. Estas olvidadas elecciones europeas tienen una enorme trascendencia, ya que está en juego que fuerzas ultraderechistas, que no creen en un proyecto común, dominen el hemiciclo o que los europeístas mantengan el pulso. Europa pasa por momentos delicados con el brexit, la ofensiva de Trump, la amenaza de viejas potencias como Rusia y otras emergentes como China, la crisis migratoria... Pero a día de hoy, la UE sigue siendo una referencia en cuando a un modelo de convivencia basado en el respeto a los derechos humanos. Europa es una potencia ética. Una reserva de derechos para todos y todas. Un modelo de desarrollo con raíces socialdemócratas en algunos casos, democratacristianas en otros..., que comparten unas bases comunes nacidas de la catástrofe que supuso la II Guerra Mundial provocada por el auge de los fascismos. Europa es hoy el enemigo a batir tanto para los grandes poderes transnacionales y financieros -a los que sus normativas garantistas les suponen un problema para sus planes globales- como para los poderes políticos que han reinterpretado la democracia para vaciarla de contenido. Por eso hace falta una Europa sin otros muros que los que frenen al fascismo. Y eso también se decide en las urnas.