Es una de las expresiones de moda, una tendencia al alza, un objetivo a cumplir, y no cualquier objetivo por lo mucho que implica. El envejecimiento activo se ha colado en las agendas sociales y políticas como una prioridad de salud y se ha colado en nuestras vidas como un horizonte al que llegar. Queremos envejecer, queremos ser parte de ese envidiable grupo de jubilados jóvenes, no por la edad sino por el estilo de vida; queremos tener salud, tiempo, felicidad, recursos, familia, amigos, condiciones de vida óptimas que nos garanticen un final de vida digno cuando lleguen esos años en los que es difícil, muchas veces imposible, valerte por ti misma/o. Llegar es el objetivo, aunque bien sabemos que la ruta no está escrita y es variable, pero hay que hacer que sea posible alcanzarlo para la mayoría de las personas y eso no es solo una responsabilidad individual, también lo es social. Está claro que el envejecimiento está más activo que nunca. Vemos a los jubilados y jubiladas tomando las calles reclamando pensiones dignas y condiciones de trabajo para las generaciones futuras que no perpetúen la precariedad; les vemos caminando cientos de kilómetros para hacerse oír y al mismo tiempo están en los parques cuidando de sus nietos; están avalando los prestamos de sus hijos e hijas; están viajando por el mundo, llenando las aulas de nuevo, formándose en conferencias, disfrutando de ser abuelos conectados a las nuevas tecnologías, cuando no están todavía en activo en sus profesiones... Pero les vemos también al otro lado. Personas mayores que no han tenido suerte en su vida laboral y padecen una nueva pobreza en su jubilación, sin dinero para garantizarse la atención que precisan. Les vemos tristes, sin esperanza, temerosos de lo que viene y en ese temor la soledad ocupa un lugar destacado. Es duro envejecer solo, cuando es una soledad no deseada fruto de la pérdida de los seres queridos, cuando se convierte en aislamiento, cuando no tienes opciones de elegir porque no cuentas con recursos que te cubran tu elección. Y esa soledad, según datos de ayer mismo, es el principal temor para el 29% de las personas mayores que viven en zonas rurales de Navarra y para un 13% de las residentes en ciudades. Urge que la sociedad y las instituciones nos impliquemos en garantizar ese envejecimiento activo como un derecho más, un derecho ganado durante el resto de la vida.