a pandemia nos ha dejado la lección de la importancia de aprovechar el presente y valorar lo que tenemos, de la importancia de beberse la vida, que no es lo mismo que pasarse la vida bebiendo. Que de esto último algo hay, a tenor de los datos de la últimas encuestas y algunas de la líneas de debate tras la pandemia. Beberse la vida es vivir como si cada día fuera el último. Es disfrutar despacio, querer y dejarse querer, hablar, escuchar, viajar de un lugar a otro, viajar hacia el interior de una misma... Observar. Hacer. Pensar. Sentir. Saber que cada momento es irrepetible y que hay que vivirlo. Brindar por la salud y la amistad, por la vida en general. La Covid también nos ha enseñado a valorar lo que antes no apreciábamos. Esa especie de gran reserva, esas vivencias que envejecen bien y ganan con los años y las lecciones aprendidas. Pero por desgracia también ha dejado el sabor agridulce de esas bebidas baratas que solo dejan resaca. Porque cuando cuestiones tan importantes como la salud, la cohesión social o la vida han estado en juego, muchos de los debates que han centrado la actualidad han sido superficiales. En su día las aperturas y los cierres de los bares se llevaron ríos de tinta. Que decir de lo que han dado que hablar los botellones. Recientemente han saltado las alarmas pero no porque se corta el grifo del gas argelino o porque se enquista la desigualdad social sino porque se van a agotar las reservas de ginebra. Pero ojo, que debajo de esta capa de superficialidad parece haber un problema real de relación con el alcohol. Que además es intergeneracional. Los últimos datos de la encuesta Edades así lo acreditan. Y las campañas que en su día lanzó el instituto de Salud Pública buscando alertar sobre la normalización de un consumo elevado de alcohol en Navarra no iban mal encaminadas. Y habrá que recuperarlas, como otras cosas tras la pandemia. Porque justo en los momentos de mayor tensión en el debate a favor o en contra de la apertura de la hostelería o de los botellones quizá nos olvidamos que lo más preocupante para la salud no eran tanto los contagios de covid sino que dentro o fuera, con norma o sin norma, el consumo excesivo de alcohol es demoledor para la salud y causa de muchas enfermedades. Y que la normalización social de esas actitudes no es el mejor camino. Es complicado lograr un equilibrio entre consumo responsable y el valor social de una costumbre muy arraigada que también tiene su componente de tejido productivo. De nuevo el difícil equilibrio entre salud y economía, ya sin covid. Quizá nadie se atrevió a retomar ese debate social, político y sanitario diferenciando una cosa de la otra, pero toca hacerlo en esta nueva fase en la que, claro que sí, hay que beberse la vida, pero sin dejarse parte de ella en el último trago.

De nuevo elegir entre salud o economía. Es complicado lograr un equilibrio entre consumo responsable y el valor social de una costumbre muy arraigada, con su tejido productivo