A veces no me sorprende que haya gente que se quede en su casa asqueada de la política y que partidos ultraderechistas, xenófobos , que desprecian a todas la mujeres (porque todas sufrimos la desigualdad estructural que niega Vox) y que difunden bulos sobre los inmigrantes o las mujeres maltratadas se disparen en votos como ha ocurrido en Andalucía. Serán sin duda muchos los factores que han provocado la crisis interna de Podemos en Navarra y la deriva de Aranzadi (vinculada a Podemos en la ciudad) en el Ayuntamiento de Pamplona. Parto de la base de que ambos proyectos contenían (y por supuesto han aportado) mucho de bueno en su ideario de izquierda antisistema. Sin embargo, la abstención de Aranzadi a los presupuestos de Pamplona denota a mi juicio falta de cintura política y el peligro de defender esquemas ideológicos inflexibles. Habrá quien diga que donde las dan las toman, que si los echaron del gobierno tienen derecho a boicotear las cuentas , enmendadas o no. Habrá quien piense que no se ha sido lo suficientemente radical en políticas de defensa para los más golpeados por la crisis. Puedo entender su frentismo a lo que ellos mismos llaman “pelotazos urbanísticos” de corte neoliberal, proyectos todos ellos heredados de anteriores mandatos. Estoy hablando de la construcción de torres de viviendas en el solar de Salesianos (compromisos bien atados por parte de UPN y PSN con la congregación religiosa), el plan urbanístico entorno a la estación TAV en Etxabakoitz, el proyecto comercial de la Meca o la implantación de Ikea. Incluso podemos discutir de la dimensión del hostel en el solar de Unzu, por cierto un espacio muy interesante para que el Ayuntamiento hubiera intervenido en su momento. O sobre la idoneidad de marcar índices de precios máximos al alquiler por barrios. Lo que no es entendible es que acabe la legislatura y tras haber conseguido muchos logros para la ciudad se rompa ahora la baraja dejando a un mal sabor de boca a la ciudadanía que votó el cambio en 2015. Precisamente porque son innumerables las inversiones de calado social que se han impulsado en apenas tres años gracias a las cuatro fuerzas y las que se podían haber salvado en este último año de mandato. Quizá todavía estemos a tiempo. Se va a promover vivienda de alquiler social (solares municipales) y se va a limitar la creación de nuevos alojamientos turísticos. Incluso se llegó a renunciar al hostel. No fue suficiente, había que declarar todo el Casco Viejo zona saturada de alojamientos hoteleros para apoyar los presupuestos... El todo o nada. En Donosti lo han hecho, sí, en la parte vieja y puerto, pero no de forma improvisada. Podemos intentar subirnos más a la bici, realojar a todas las familias sin techo y evitar que se masifique lo Viejo de negocios, pero en tres años no parece posible transformar de arriba a abajo la ciudad. Para lograr una economía más justa hay que saber ceder. Y esperar. De lo contrario, veremos dentro de pocos meses un modelo del que se trató de huir, animado por un ciclo económico favorable.