Lo explica muy bien la socióloga franco-israelí Eva Illouz. Básicamente su tesis analiza el amor en tiempos de neoliberalismo, o mejor dicho, el desamor fruto del sistema en el que vivimos. Parte de la base de que este "mercado", el de las relaciones amorosas y sexuales, no está regularizado, no hay unas reglas ni una ética que las guíe como sí ocurre en el ámbito social o laboral.

Los problemas que están surgiendo en este campo de las relaciones requieren de una aproximación más sociológica que psicológica o individual. Para hombres y para mujeres. Y la solución tiene que ser colectiva. El problema no tiene que ver con que la persona sea una inútil, sino del sistema que nos domina. Es decir, nos adentramos en relaciones y encuentros como quien se introduce en el barro, en un territorio totalmente incierto y que ocasiona "miseria sentimental" y mucha insatisfacción. La "libre circulación de cuerpos y psiques" se rige por la ley del más fuerte. Un consumo que no da valor a la elección sino a la deselección, "el individuo es el que es por aquello que rechaza". En este mercadeo, al no existir una igualdad de partida, la libertad sexual en realidad se utiliza contra las mujeres, que mantienen hoy más que nunca un rol "hipersexualizado". Quien aboga por una ética sexual entre hombres y mujeres cree que es difícil que en este campo minado (que vincula al capitalismo) de relaciones no haya humillación, herida, sufrimiento o "sentimiento de invisibilidad social".

También entre los hombres. Hay muchos hombres que en esta subcultura violenta que genera "miseria sexual" se sienten "resentidos". Una realidad que, tal y como corroboran muchas amigas, se observa perfectamente en las app de contactos. Hay tíos players a los que les va muy bien en el "tiro" y otros que se ven perdedores y se relacionan exhibiendo muchísima agresividad y frustración en estas redes. El objetivo básicamente es follar. Al igual que también existe una enorme satisfacción entre muchas mujeres que dicen que sí a propuestas de relaciones que no les apetece porque les cuesta oponerse después de haber sido elegida y deseada por un hombre para no parecer una calientabraguetas o, al contrario, una mojigata. Una jungla sin duda en la que pierde el amor y que en la pandemia ha quedado más oculta y sórdida que nunca. Por darle un poco la vuelta a San Valentín.