en plena ola de frío en Estados Unidos, con millones de personas bajo cero y ciudadanos en condiciones extremas -también se queda uno congelado siendo pobre en la economía más poderosa del mundo-, Donald Trump recetó: “¿Qué demonios está pasando con el calentamiento global? Por favor, regresa pronto, te necesitamos”. Tuiteó el presidente, que es lo suyo. Acostumbrados a sus bufidos, de todos modos, la cosa no va por buen camino. Qué ocurrente sí, el cambio climático y el calentamiento global... Qué risa da. Dan que pensar otras cosas. Entre los conceptos que conviene ir teniendo en cuenta en este mundo hiperconectado está el de refugiado climático, refugiado medioambiental. Y es que dramático tiene que ser abandonar espacio natal y el entorno también por los cambios por sequías, subida del nivel del mar o carencias derivadas. Contaminadores de todo que somos, recreadores del lenguaje por supuesto, de un tiempo a esta parte también se habla de racismo ambiental, que es joder al otro también en este sector. El racismo ambiental incluye la exposición a residuos tóxicos, contaminación por la extracción de recursos naturales e industriales o la exclusión de la administración y toma de decisiones sobre las tierras y los recursos naturales locales. Como se trata de racismo, se trata de discriminación. Machacamos el Sur, las minorías, su tierra, todo lo que se pone a tiro. Aunque no lo notamos, somos unos fachas en cuidar el medioambiente. Qué les vamos a dejar a éstos que vienen.