tiene su gracia que haya un día señalado para el inicio de la campaña electoral, cuando andamos metidos en ello desde no se sabe cuándo. Antes, el día del inicio de la campaña era jornada con mucha parafernalia, porque había pegada de carteles, convocatorias a los periodistas a la media noche y escenarios donde los candidatos encontraban su primer púlpito para el esparcimiento, sus primeras proclamas o alguna ocurrencia, incluso, con la que pillar titular en la primera pedalada de la carrera que debe ser llegar al escaño o concejalía. Lo de pegar carteles ya ha quedado mal visto -ha tenido que pasar un tiempo razonable para concluir con lo obvio, que empapelar una ciudad para unas semanas era montar un rebozado guarro-, sobre todo cuando el engrudo -qué brochas y escobones lucían risueños la cuadrilla de encoladores de estos días- con el que se pegaba el retrato del sujeto se volvía cemento con el transcurrir de los días, meses y años y ahí quedaba el candidato de entonces, perpetuado en la pared con su sonrisa profidén, descolorido por el discurrir meteorológico y eterno en el murete junto a tu casa; con bigotes y gafas pintados después sobre la foto de su rostro y más. Maltratado el aspecto, quizás, pero ahí.

Los candidatos de ahora no necesitan paredes a las que adherirse para permanecer, porque el estado de campaña electoral permanente no requiere para estar grabados en todas partes de pegamentos resistentes a la lluvia y el viento. Todos sentimos que todos los días haciendo campaña andan nuestros prohombres, sostenidos en los medios tradicionales -que hacen su trabajo tradicional- y multiplicados en las redes sociales -la modernidad del asunto-, atajo que acorta el camino al ciudadano porque no hay obstáculos, no hay recato, qué más da. Tener opinión de todos los temas, todos los días y a cualquier hora. Ese es el perfil del candidato. Llevamos cuatro elecciones generales en cuatro años y por primera vez habrá dos elecciones generales en un mismo año.

La campaña electoral dicen que acaba de empezar, pero me da que ya nos la sabíamos. Nos la habían contado.