La derecha en España ha pasado de ser una a trina. El PP monolítico y amalgamado gracias al poder con el que le ungió Aznar y Rajoy se ha tornado tricéfala por obra y gracia de Ciudadanos (que cada vez tiene menos de la formación liberal que pretendía ser cuando surgió en Catalunya) y de Vox (que cada vez tiene más de ultra como demuestra las primeras decisiones que está adoptando en Andalucía). Las convocatorias a urnas han puesto a cada uno en su sitio y ya sin tapujos pelean los tres por el mismo espacio electoral en un desbarre continuo por arrogarse la etiqueta del líderazgo más conservador. En esta batalla sin cuartel el ganador indiscutible será Vox, al que algunas encuestas le otorgan hasta una cuarentena de escaños. No sería de extrañar dado que el resto de la derecha le está haciendo la campaña al situarle como referencia incuestionable y al otorgarle carta de naturaleza como actor necesario para llegar a la Moncloa como lo ha hecho en el caso andaluz. El poder bien vale una alianza con la extrema derecha. Para qué priorizar otras consideraciones éticas o programáticas. El PP, con Pablo Casado al frente, ha confirmado su giro aún más a la derecha tras los sondeos que pronostican una hecatombe electoral y que llegan incluso a insinuar el sorpasso de Ciudadanos. Todo con tal de limar terreno al advenedizo Abascal. Ha dado un volantazo que cada vez levanta más ampollas en muchos dirigentes del partido que se echan las manos a la cabeza por la peligrosa táctica de su líder, por su verborrea plagada de falsedades y por su falta de propuestas para regenerar a un partido a la deriva. Ciudadanos, tercer elemento del trípode de la nueva derecha, ha abandonado su pretendida centralidad del espectro político -si es que alguna vez estuvo en ella- y se lo juega todo al caballo ganador. Tras apoyar al PSOE en varias ocasiones apuesta ahora por superar al PP como única fórmula para no caer en la irrelevancia política y en captar. La cosa está que trina en la derecha, pero entre ellas no se cruzan un reproche ni intercambian un arañazo. Creen que unidas tras las elecciones de abril y mayo sumarán para alcanzar el poder. Y sólo la movilización de la izquierda podría impedirlo.