La legislatura arranca hoy con la constitución de un Congreso histórico marcado por la presencia nada desdeñable de la ultraderecha, por la asistencia de cuatro de los presos del procés y por la coincidencia de la recta final de la campaña electoral, en realidad una segunda vuelta de las generales. Llega pues la hora de la verdad para la política con mayúsculas tras demasiadas semanas -en realidad meses- de campaña electoral en los que las proposiciones simplistas, los fuegos de artificio y la frase hecha han primado sobre las propuestas sosegadas y largoplacistas. Serán cuatro años de legislatura complicada, más estable que la anterior pero no tan plácida como en los buenos tiempos del bipartidismo. El PSOE no lo tiene difícil para gobernar con Podemos y con pactos transversales en temas concretos, pero habrá que esperara a ver cómo queda el mapa autonómico y municipal para hilar más fino. Sánchez abordará con más apoyos las reformas sociales, laborales y políticas que se le han quedado en el tintero y que esta vez sí que está en condiciones de aprobar. Con una impronta progresista pero desde la responsabilidad que da la experiencia de conocer los entresijos de La Moncloa. Y está empeñado en abordar de una vez por todas el problema catalán. Parece que esta vez hay una estrategia diseñada y basada en el dialogo y la cultura del pacto, aunque dentro de la ley. De inspiración federalista y contando con los ERC y Junts per Cat. Aunque los independentistas siempre han recelado de la solución federal, algo inconcreta y etérea. Pero por lo menos esta vez hay un plan, no la inacción permanente de Rajoy. Enfrente van a tener una bancada conservadora más preocupada de capitalizar la oposición y que va a colaborar poco o nada. Y les urge un cordón sanitario frente a Vox si quieren reforzar su credibilidad y aumentar su apoyo social. Veremos como encaran sus posibles pactos. El resultado del domingo puede cambiar algunos trazos, pero no la estrategia global de los bloques. La izquierda, según todos los pronósticos, saldrá reforzada. En la derecha el que más se la juega es Casado, cuyo liderazgo en un PP cada vez más desmotivado ya está en entredicho y que puede convertirse en su líder más breve. Al tiempo.