No sé si Javier Esparza ha perdido el norte o si la gestión de su grupo parlamentario se le ha ido de las manos. O si tal vez concurren ambas circunstancias. En cualquiera de los casos, sería conveniente que, por su propio beneficio, retomara el mando que le corresponde como jefe de la bancada y pusiera orden en el gallinero que tiene montado Navarra Suma. Un alboroto impropio de la sigla que aglutina a la mayoría minoritaria, pero que sigue dando muestras de problemas de inadaptacion a la pérdida del poder, pese a que vamos ya camino del sexto año desde su democrático desalojo del Palacio foral. Lo cierto es que en esta travesía del desierto que supone su estancia en la oposición, la derecha combina el exabrupto con el insulto y las iniciativas ridículas. Ejemplo más reciente de esto último es el desmedido interés de Marta Álvarez por conocer los menús que sirven a la presidenta Chivite en las comidas de trabajo que celebra en el Palacio foral, que por cierto no son aquellas de los tiempos de Miguel Sanz, quien afirmó que 400 euros daban para una cena y poco más. Esta parlamentaria cumple su primera legislatura, pero no es una recién llegada a la política, ya que desempeñó diferentes altos cargos en los gobiernos de UPN entre 2004 y 2015. Conocedora por lo tanto de qué se cuece en la Administración, es cuando menos chocante su reiteración con este asunto. No le va a la zaga su compañero de bancada Jorge Esparza, que el martes fue capaz de llevar al consejero Eduardo Santos a una comisión parlamentaria para caer en la descalificación y llamarle "vago". La desmelenada semana de Navarra Suma continuó el miércoles con Cristina Ibarrola, otra parlamentaria y ex alto cargo del Gobierno, que dejó por escrito que "es vergonzoso que lo único que sepa hacer el vicepresidente Remírez es intoxicar, mentir y criticar". A años luz de la búsqueda del consenso y la oposición constructiva que demandan estos tiempos, la coalición de derechas también tuvo tiempo el jueves para quedarse fuera de la foto en la que estuvieron también todos los sindicatos sin excepción que pide que se cumpla la legalidad penitenciaria. La misma soledad en la que se retrató un día antes, cuando tampoco vio motivos para sumarse al plan de rescate de la juventud acordado por las organizaciones juveniles de PSN, Geroa Bai, EH Bildu y Podemos. En lugar de ello, optó por mandar al parlamentario Ángel Ansa a hablar de terrorismo en otra muestra más de moverse entre el ridículo y el exabrupto.