que el esquema del regreso del PP a aquella derecha extrema de la Alianza Popular refugio del franquismo sociológico a raíz de la llegada de Pablo Casado a la presidencia del partido correspondía a la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES) -presidida por José María Aznar y dirigida por quien fuera secretario general de Presidencia, Javier Zarzalejos- era una certeza a voces con anterioridad a las elecciones generales del pasado domingo. A la evidencia del apoyo explícito del primer presidente del gobierno del PP y sobre todo del discurso popular, se unía la presencia del ex secretario general de FAES Fernández Lasquetty como jefe de gabinete de Casado, junto a otros productos de la fundación como Isabel Benjumea o Pablo Hispán. La irrupción andaluza de Vox, cuña de la misma madera del PP en su vertiente más radical, no hizo sino exacerbar la deriva ante el temor a que la resta electoral causada ya por Ciudadanos se repitiera en el extremo diestro. El PP quizá ni siquiera aspiraba con todo ello a ganar las elecciones, sino que trataba ya de minimizar daños y mantener la hegemonía en el espectro global de la derecha. Un fracaso clamoroso, por la pérdida de 3,5 millones de votos y de 71 escaños hasta los 66 actuales, pero también porque una diferencia de apenas 300.000 sufragios con Ciudadanos representa un empate técnico. La debacle de Casado, y por tanto de quienes como Aznar le impulsaron a la presidencia del partido y diseñaron su estrategia de retorno a los orígenes puros de la derecha postfranquista que lideró Fraga, no ha conllevado sin embargo admisión alguna de error más allá del sacrificio menor de quien nominalmente aparecía como director de campaña, Javier Maroto. Así como del inverosímil y repentino enunciado de una vocación centrista y moderada, imposible de fundamentar en personas que no sólo no la han tenido nunca sino que además la han combatido internamente y de modo expreso con sus declaraciones. La desfachatez en la elusión de responsabilidades es tal que aumenta la desorientación en el PP, donde nadie se mueve abiertamente para no comprometer una presumible mejora de resultados en las inminentes elecciones autonómicas y municipales fruto de la vertebración estatal del partido. Sea como fuere, lo que no tiene enmienda es la amortización de Casado en nueve meses de liderazgo orgánico.