La movilidad es algo serio. No en vano está en juego la convivencia y la propia integridad física de los diferentes agentes que se mueven por la ciudad. Por eso ni se improvisa ni se impone. Debería ser una combinación entre teoría y práctica con progresividad. Normas y pedagogía. Pero sobre todo exige tener claro el modelo de ciudad al que se quiere tender. Ser utópicos en el objetivos y realistas en su puesta en marcha. Pamplona ha ido perdiendo diferentes trenes en este plano teórico con decisiones prácticas contradictorias. Pudo ser pionera en los años 80 con un carril bici puntero, precisamente en la misma zona polémica de ahora, pero la involución conservadora quebró esa línea de modernidad. Luego llegaron los sucesivos mandatos de Yolanda Barcina en la que se esbozó una superposición inviable e incoherente entre el barniz de las peatonizalizaciones (y de paso, algunos carriles bici entre folclóricos y lúdicos) y una apuesta real por el coche ejemplificada en una amplia red de aparcamientos en el centro urbano con efecto llamada y unas grandes superficies y barrios en la periferia que generan una gran intensidad de tráfico siguiendo el modelo fracasado de muchas ciudades francesas. Ciudades, por cierto, que han reaccionado y de las que se podría importar ideas tan sencillas como las navettes, pequeños buses gratuitos que conectan continuamente los aparcamientos disuasorios con el casco viejo. Para algo debería servir el jumelage con Baiona, porque no hay que ir más lejos. Pero volviendo al meollo de la cuestión, llegó el gobierno del cambio e intentó una nueva reformulación del concepto de ciudad con la amabilización. Con sus aciertos y déficits, parece que, a vista de agosto, la teoría fue por delante de la práctica pese a su filosofía bienintencionada. Al menos en el aspecto concreto de la norma que regula la circulación de bicicletas, con el añadido sobrevenido de los patinetes... La llegada de Maya ha sido estrepitosa con la anunciada reversión de los carriles de Pío XII como bandera electoral, aunque ahora está por ver cómo gestiona la ordenanza. Ojalá hubiera una reflexión de fondo sobre el modelo de ciudad, pero todo apunta a nuevos parcheos y a la ley de la supervivencia delegando en conductores, peatones y ciclistas la convivencia en un laberinto legal y real sobre el asfalto. Aún se está a tiempo, antes de tener que elegir entre “la vida o la multa”, que decía un experto.