maría Chivite tomó ayer posesión como nueva presidenta de Navarra en un acto institucional que contó con una amplia representación política, social, económica, empresarial, municipal e institucional de Navarra y la presencia de los ministros Ábalos y Luis Planas y el lehendakari Urkullu. De hecho, las únicas ausencias sonadas fueron las de los expresidentes Del Burgo, Sanz y Barcina -también las de Urralbuuru y Otano, aunque por razones diferentes-, que faltaron a su obligación institucional en una muestra pública de malestar infantil y dejaron abandonado a Javier Esparza en el acto. Cosa que no hizo el también expresidente Juan Cruz Alli, quien una vez más dio una lección política sobre el alcance de los valores democráticos y la realidad social y política de Navarra. El discurso de Chivite, quien incidió en buena parte de los compromisos políticos que expuso Barkos hace cuatro años, evidenció que esta comunidad es mucho más rica en matices, planteamientos, actitudes y pluralidad que el reduccionismo maniqueo al que se le ha sometido en las últimas décadas y al que algunos aún se han aferrado desesperadamente estos dos últimos meses. Y basta repasar las sandeces, intoxicaciones, insultos, mentiras y manipulaciones que se han vertido sobre personas y sobre la propia sociedad navarra en un juego perverso que ha convertido a Navarra en un simple peón de las batallas políticas por el poder en Madrid. La elección de Chivite como presidenta del Gobierno abre una nueva etapa para Navarra y abre también la puerta a seguir la senda abierta hace cuatro años con el Gobierno del cambio con una nueva forma de ejercer la política y el uso de los recursos públicos y a un nuevo espacio de convivencia. Prioridades en la recuperación de los derechos sociales y las prestaciones públicas y en la creación de empleo y el impulso económico. Obsesión con la igualdad de oportunidades, la solidaridad con los menos favorecidos y la justicia social. Y superación de las estrategias de confrontación entre navarros y navarras como argumento para el logro de objetivos políticos. Las claves de un Estado de bienestar moderno y progresista y de una sociedad avanzada en la democracia y la convivencia. El escenario de juego es el siglo XXI, las reglas están recogidas en el programa de gobierno y el público es una sociedad navarra que exige soluciones a sus problemas, demandas y retos y mantener los avances de los últimos cuatro años, pese a lo que digan los portavoces más extremistas de Navarra Suma.