Navarra se asegura la aprobación de los primeros Presupuestos de la décima legislatura después de que el Gobierno foral y EH Bildu suscribieran ayer el acuerdo ya avanzado el pasado lunes. El consenso es de una importancia capital, por cuanto ofrece un marco de estabilidad financiera que posibilita el crecimiento de la Comunidad Foral merced a unas Cuentas cuyo techo de gasto se eleva ahora casi en 17 millones, hasta los 4.256 (240 más que el ejercicio precedente ). Si el proyecto gubernamental ya abogaba con determinación por el desarrollo económico y la cohesión social -con las premisas del fortalecimiento de los servicios públicos y la progresividad en materia recaudatoria-, tales objetivos se verán vigorizados mediante las enmiendas que en el trámite parlamentario introducirán tanto EH Bildu como el resto de los apoyos del Ejecutivo regido por Chivite, es decir, PSN, Geroa Bai, Podemos e I-E. Para visualizar en el debate presupuestario la mayoría progresista que garantiza este año la estabilidad política, dando por lo demás carta de naturaleza a que esta visible dialéctica de acuerdo transversal netamente de izquierdas se consolide. De hecho, con los de 2020 serán cinco los Presupuestos aprobados de forma consecutiva en tiempo y forma contando los cuatro de la presidencia de Barkos, en contraposición a las prórrogas encandenadas del último trienio de Barcina. En esta coyuntura, Navarra Suma empieza a barruntarse que del cuatripartito anterior, que las derechas consideraron un accidente, se ha evolucionado a una dinámica de consenso reforzado que apunta a estructural para toda la vigente legislatura, sobre la base de los 210.000 votos que aúnan las siglas concernidas por estos Presupuestos frente los 127.000 de la tríada conservadora que abjura de ellos. Aunque la inequívoca apuesta por el futuro que representan las Cuentas públicas en curso debería conducir a Navarra Suma y en particular a UPN a una profunda reflexión sobre su política de tierra quemada, no se adivina en el corto plazo un cambio de estrategia, inmersas las derechas en una batalla ideológica feroz determinada por la creciente influencia de Vox. Una pugna partidaria ajena al interés general y de carácter eminentemente destructivo, mientras el resto del arco parlamentario navarro se afana en edificar un horizonte de prosperidad.