enrique Maya recuperó la Alcaldía pamplonesa no por la fuerza de los sufragios de Navarra Suma, sino por la inhibición del PSN en su favor como lista más votada. Sin embargo, el regidor regionalista nunca interiorizó su minoría y se ha conducido con una prepotencia tan evidente como irresponsable, puesto que para empezar se ha traducido en otra prórroga presupuestaria, la quinta consecutiva de Maya incluyendo su periplo precedente como primer edil capitalino. Al margen de que el alcalde conservador vaya a gobernar con el marco contable de su abertzale predecesor Asiron, como penitencia añadida por su soberbia se encuentra ahora con una actuación concertada del resto de los grupos en el trámite de modificaciones presupuestarias parciales. Porque EH Bildu, PSN y Geroa Bai han consensuado una batería de enmiendas presupuestarias por valor de un millón de euros que evidencia todavía en mayor medida el aislamiento de la coalición de derechas, con nuevas partidas para barrios, cultura, movilidad, educación, comercio y turismo. Más allá de esa pléyade de inversiones reducidas pero relevantes para sus beneficiarios, el alineamiento de los catorce votos de la oposición procura asimismo la garantía de financiación de todos los proyectos que las tres siglas compartieron en 2019 y de las asignaciones procedentes de la pasada legislatura. Tal escenario de creciente complicidad entre las formaciones progresistas, alimentado por la dinámica constructiva en el Parlamento de Navarra, augura a Maya otro áspero mandato, más al haberlo iniciado en la trinchera por el propio diseño electoralista de Navarra Suma y porque en ella se ha instalado haciendo gala de un talante autoritario de todo punto incompatible con su posición de debilidad aritmética aun blandiendo la vara de mando de la ciudad. Una impronta impositiva que ha quedado acreditada por ejemplo con sus decisiones unilaterales sobre Pío XII, la amabilización del tráfico en el centro, la unidad de policías en bicicleta o la charla de empoderamiento sexual femenino vetada a instancias de Vox. En esta coyuntura, cabría esperar de Navarra Suma en general, de UPN más en concreto y de Maya en particular una reflexión autocrítica sobre su praxis. Vana esperanza, ya que con toda probabilidad se aferrarán a la teoría del contubernio con ese relato victimista tan manido como infundado, además de escasamente democrático por no asumir su minoría de una vez por todas.