El anuncio de la negociación para una eventual de fusión de BBVA y Banco Sabadell, si finalmente se completa en las próximas semanas, confirma tras la operación similar anunciada en setiembre por Caixabank y Bankia la tendencia ya animada por el Banco Central Europeo y da continuidad a la transformación del mercado bancario en el Estado español. La dimensión de una economía financiera global convierte el tamaño de las entidades que se proyectan fuera de los tradicionales mercados interiores en un factor de competitividad más allá de los meros ahorros estructurales. Es una corriente que arrastra a los operadores transnacionales ante la tesitura de ser agentes activos del mercado u objetivos de otros mayores. Ahora bien, la creación de gigantes financieros mediante fusiones plantea interrogantes. No es la menor de ellas la del efecto sobre particulares y empresas del continuado proceso de concentración bancaria que deja el mercado estatal en manos de tres entidades, con el 63% de los depósitos (22,3% Caixabank-Bankia, 21,6% BBVA-Sabadell y 19,1% Santander) y en torno al 70% del crédito. También queda por definir la consecuencia para el empleo en un sector que lleva más de una década de continuas reestructuraciones. Si la resultante de Caixabank-Bankia ya barajó en torno a 7.500 bajas en una plantilla de 51.000 empleados, en el caso de BBVA-Sabadell se comienza a cifrar en torno a los 5.000, especialmente en las 1.232 sucursales de ambos bancos que comparten código postal. Relacionadas con todo ello, quizá las preguntas más relevantes se planteen en torno al control de las entidades resultantes, que son sistémicas y poseen activos con valores muy superiores al propio gasto consolidado de los presupuestos generales (en el caso del BBVA-Sabadell, 596.481 millones solo en el Estado español y 963.108 a nivel global). La presencia entre sus principales accionistas de fondos de inversión internacionales tiene una incidencia en el modelo de gestión de las entidades, como se comprueba en otras del sector. Por contra, la realidad trasnacional del negocio se refleja en el creciente peso de las filiales en el extranjero en el margen bruto de las entidades (en el caso de BBVA el mercado estatal ya solo aporta el 25%). El tamaño importa, pero no está libre de un coste.