l nuevo intento de desescalada ha terminado en fracaso. La relajación de medidas -acorde con la caída progresiva en el número de casos- que anunciaba un verano menos encorsetado para el ocio, no han encontrado una respuesta sensata en una parte de la población, particularmente en la más joven. Se ha querido pasar de cero a cien casi de inmediato, la interacción social no ha tomado en cuenta ni la distancia ni el uso de mascarillas (cuya utilización en exteriores dejó de ser obligatoria) y al grito de todo el monte es orégano han proliferado las fiestas y los botellones. Que el coronavirus encontrara el caldo de cultivo adecuado era solo cuestión de tiempo, impulsada también por los desplazamientos por diferentes puntos de Estado. El efecto ha sido demoledor en el caso de Navarra, que en el plazo de tres semanas ha pasado de apenas una treintena de casos diarios a contabilizar más de seiscientos, casi en cifras récord de toda la pandemia. Así las cosas, y con este escenario encima de la mesa desde hace varios días, el Gobierno de Navarra ha demorado la toma de medidas para aplicar un cortafuegos a una situación completamente descontrolada y con la amenaza latente de las llamadas no fiestas, las más inmediatas en el calendario, las que debían comenzar el 24 de julio, algunas en localidades con tanta población como Tudela. Mientras otras comunidades como Valencia, Catalunya y Cantabria apostaban por apoyarse en el toque de queda para frenar la expansión del virus, Navarra parecía estar a la expectativa pese a calificar el miércoles la situación de "excesivamente alta". Ayer, Salud anunciaba que en la medianoche del martes entra en vigor el toque de queda entre la 01.00 y las 06.00 horas en los municipios cuya tasa de incidencia se encuentre en el nivel de riesgo extremo (incidencia mayor de 250 por 100.000 habitantes a 14 días y mayor de 125 por 100.000 a 7 días) que con los datos actualizados a día de hoy abarcaría al 80% de las localidades. Además, el Gobierno ha decidido limitar las reuniones a un máximo de diez personas en exteriores y dejar en suspensión la regulación que permitía comidas populares, pasacalles o espectáculos taurinos en la calle, una de las medidas de flexibilización adoptadas para este verano. El Ejecutivo da marcha atrás: ¿pecó de excesivo optimismo? Más bien cabe pensar que la actuación irresponsable de una numerosa parte de la juventud nos ha conducido de nuevo a la casilla de salida.