Este viernes sirve para proyectar y festejar desde hace 25 años la diversidad lingüística europea y el valor cultural y social que aportan todas y cada una de ellas. El euskera es una de las 43 lenguas europeas a las que explícitamente alude el Consejo de Europa en su proclama de este año y está presente junto a las demás en la presentación pública de su eslogan: “¡Los idiomas abren corazones y mentes!”. El camino para que ese ejercicio desborde lo meramente formal y tenga el calado y reconocimiento comprometido que se reclama está siendo largo y farragoso. No es menor la obstrucción que supone que en él se crucen intereses ajenos a la cultura, a la diversidad social del continente y a su materialización con pleno derecho en las instituciones comunes, incluyendo al propio Consejo de Europa, que debería trascender lo meramente formal.

No siendo una institución orgánicamente vinculada a la Unión Europea (UE) –en tanto agrupa más ampliamente a un total de 46 Estados– no es entendible que los miembros del selecto club no hagan trasposición de sus valores a sus propios ámbitos. Los valores de multilingüísmo que se fomentan con estas iniciativas hallan un freno en el utilitarismo de los intereses de los mismos gobiernos que se suponen adheridos a ellos. El caso de la reivindicación de la oficialidad del euskera, el catalán y el gallego en la UE resulta palmario. No hay en las dificultades que encuentran una sola razón de índole práctica o una dificultad objetiva no asumible más allá de la intención política de quienes rechazan su reconocimiento.

Mientras el Consejo de Europa aboga por fomentar el conocimiento de las lenguas europeas, fomentar su conocimiento a cualquier edad y considera que su diversidad se convierte en un mecanismo que favorece elevar la comprensión intercultural de la propia riqueza social del continente, quienes se oponen se escudan en circunstancias meramente instrumentalescostes, fluidez en la toma de decisiones ya ralentizadas por la hiperburocratización,...–. Detrás solo hay una vocación de homogeneizar por las razones ideológicas que han motivado la campaña de oposición abanderada por la derecha española. Las lenguas son una riqueza, su proyección, un modo de integrar a diferentes, aunque amenacen el relato maniqueo de algunos.