En España conduce la locomotora el político jefe y de copiloto el otro con el freno de mano porque están al borde del precipicio. En el vagón de cola, los otros políticos bien atados al cinturón de seguridad. ¡Qué pena y qué vergüenza! ¡Qué imagen damos a otros países! Ahora voy a defender a mi Navarra. Dejen que gobiernen. Después se verá si fue acertada la decisión. Ellos también lo hacen. ¿Entonces? Navarra siempre p’alante. A los políticos se les suspende porque no han hecho los deberes. Entonces también sin sueldo. Ellos están tranquilos porque su cuenta está segura en los bancos. En la calle, los jóvenes y mayores dicen: “Vota, ¿para qué?” Es la desilusión, es enfado. Hay que ir a votar. Aunque sea por obligación más que por devoción.