Hoy he salido a la calle a sacar al perro, lo hago una vez al día, nos repartimos esa tarea en familia. He hecho lo que cualquier ciudadano con sentido cívico haría, no alejarme de mi domicilio, esperar a que haga sus necesidades y vuelta para casa. Lo que parecía una salida más se ha convertido en un auténtico infierno, que me ha hecho reflexionar sobre todas las consecuencias psicológicas que está acarreando este confinamiento en las personas. Mientras caminaba hacia la preciada porción de hierba más cercana, un hombre desde su balcón con la música a tope ha empezado a gritarme, insultándome, buscando en mí su única salida al estrés que estaba sufriendo. Borracho, y con una violencia verbal, que se hacía escuchar por toda la calle, ya que estaba chillando descontrolado alegando que no llevaba mascarilla. Evidentemente lo de la mascarilla era una excusa que le servía para sacar hacia fuera un estrés psicológico que imagino le estará perturbando.

Esto me ha hecho pensar en tantas personas que no tienen herramientas para gestionar el estrés. Me hace pensar en un futuro muy incierto en cuanto a las secuelas que algunos van a sufrir o que ya están sufriendo. Me doy cuenta también de que nadie nos ha enseñado en el colegio, universidad, o cualquier otra institución académica obligatoria una forma de enfrentarse a la vida, no sólo en momentos de crisis, sino que en general. Un aprendizaje que sabemos que es tan básico como aprender a sumar. Se nos instruye y especializa en una dirección concreta, pero en cuanto a la parte humana, psicológica, la de las relaciones, nadie nos aporta una enseñanza válida. Y pienso que a este respecto nos queda mucho que aprender. Habrá gente que dirá que para qué queremos clases de música y arte, o clases de meditación cuando parece que no aportan un beneficio líquido, uno que se pueda traducir directamente en dinero, que sostenga el ritmo económico frenético de nuestra sociedad. No obstante, durante toda esta crisis que vivimos, nos damos cuenta día a día, de lo importante que resultan tanto la música como cualquier otro aprendizaje que nos permita superar una pérdida, un día malo, o una rabia contenida.

Pero no todo es tan negro. Por supuesto que existen formas de llevar mejor esta situación, todas miran hacia el interior de uno mismo y claro, son las más difíciles. Os aseguro que no se nos va a arreglar nuestro estrés tomando un tranquimazín, que aunque bien puede servir para un momento concreto, no nos aporta una fuerza duradera en el tiempo para sobrellevar cualquier otro momento de tensión. Los medicamentos no conocen de gestión de emociones, somos las personas las que tenemos que aprender a hacerlo, por eso de que nada exterior nos dará una respuesta, y de que es dentro de nosotros donde la hallaremos.

Me preocupa el futuro de una sociedad que no presta atención a lo más importante, a lo vital: que es la reflexión interior, el autonocimiento, la búsqueda de un balance contínuo en nuestras vidas. Y ahora es cuando más vamos a sufrir como sociedad un momento difícil, cuando reparemos en que hay personas que quedarán psicológicamente afectadas y será difícil que puedan superarlo sin ayuda.

A mí me encantaría que en esta sociedad, para los niños que son el futuro, para los años que están por venir, se pensara en otra forma de educar que incluyera una enseñanza más allá de la mera memorización o especialización de conocimientos, y que ahondara en el autoconocimiento de uno mismo. Creo que únicamente de esta forma podremos avanzar y evolucionar como sociedad e individuos, apartando y rompiendo conceptos que no sólo han maltratado nuestro medio, sino que nos han hecho mucho daño a nosotros mismos y necesitan ser enterrados para siempre. Está claro que no va a funcionar el individualismo, ni el seguir alimentando estructuras económicas insostenibles, tampoco la ley del más fuerte que aplasta al más débil.

Sueño con un futuro en el que la higiene mental se practique, como bien dijo Xavier Sánchez de Muniáin: "La práctica de la higiene mental, si queremos que sea eficaz, exige una atención contínua a lo largo de todas las horas del día. Si la mente está limpia, toda la persona está limpia. Entonces hablamos y actuamos según pensamos, y todo se hace transparente en nosotros. Pensar de una manera y hablar de otra significa, por el contrario, reconocer que existe lo negativo en nosotros y que debe ser mantenido oculto. Pero los pensamientos, aunque puedan ser mantenidos ocultos para los demás, no lo están para nosotros mismos, y de ahí que su efecto negativo se vierta una y otra vez en nosotros". Ojalá que nos replanteemos muchas cosas y que este momento obligado de reflexión nos haya servido para darnos cuenta de cuál es realmente la naturaleza humana y ojalá que todos a una luchemos por defender el bienestar general de las personas, en todos los niveles.