esparza ha vuelto de vacaciones con el mismo discurso con que se marchó a descansar: euskera, ikurriñas y el tópico de se vende Navarra. Es la misma matraca que lleva repitiendo desde su derrota electoral en 2015 y fue la misma matraca que le llevó entonces a perder las elecciones y el Gobierno, pero no parece que haya dedicado un minuto a reflexionar sobre ello en estos tres años y medio. Además de ello sigue aferrado a tratar de bloquear los avances del cambio político y social echando mano de los tribunales para judicializar la política allí donde los votos no le dan poder. Como tiempo de reflexión, el verano no parece que le haya dado para mucho al líder de UPN. Al contrario, parece que ha arrojado la toalla y da ya por perdidos también los comicios de 2019. El propio Esparza se sitúa fuera de las posibilidades de alcanzar el Gobierno en 2019 si, como asegura, lo que viene es un acuerdo entre Geroa Bai y el PSN que, a su juicio, será más de lo mismo. Si UPN no tiene capacidad alguna de diálogo y acuerdo con el actual modelo político que sostienen Geroa Bai, EH Bildu, Podemos e I-E y lo que afirma que le sustituirá en 2019 es una nueva fórmula con Geroa Bai y PSN y otros posibles socios, ¿qué papel le queda a Esparza y a UPN? Con sus actuales 15 escaños -y no parece que le vaya a resultar fácil mantenerlos el próximo mayo- y como únicos posibles socios al PP de Beltrán, que tiene los dos pies más fuera que dentro del Parlamento, y Ciudadanos, que no acaba de aparecer en Navarra, sus posibilidades reales son efectivamente ninguna. Tampoco parece que la oferta estrella de Beltrán de envolver a Chivite en una bolsa con las siglas ultras de Ciudadanos, reaccionarias del PP y cada vez más de derecha extrema de UPN le pueda resultar muy atractiva a la líder del PSN. Menos aún con Sánchez en Moncloa. Una vez que Esparza ha roto todos los puentes de encuentro y diálogo con el resto de formaciones y ha anulado su capacidad de negociación con todo aquel que no se sitúe en su misma derecha o más allá, quizá se trate realmente de eso: de tratar de mantener el pobre resultado de 2015 o intentar sumar un escaño más como mal menor. Buscaría Esparza asegurarse la continuidad al frente de UPN contraponiendo a la nueva derrota electoral un resultado político más o menos aceptable. Aunque a estas alturas no será fácil que esa estrategia cuele en UPN, donde los cuchillos siempre está afilados por lo que pudiera venir. Forma parte de su esencia como partido. Además, el escenario que intuye Esparza hace tantas aguas como su discurso. La acción del Gobierno de Barkos, la percepción social y la realidad de los datos desmienten el análisis catastrofista en que sigue instalado Esparza cuando habla de la sociedad navarra de hoy. Por ese camino, tiene poco o ningún recorrido. Y tampoco su aireada amenaza de ahora de que Geroa Bai y el PSN avanzan hacia un acuerdo para 2019 tiene hechos objetivos que lo sustenten. En cualquier caso, los acuerdos serán como han sido los acuerdos del cambio, sin exclusiones partidistas a la hora de configurar un pacto de gobierno plural. Esparza ya predijo en agosto de 2015 que antes de finalizar ese año se rompería el acuerdo del cuatripartito y el PSN sustituiría a EH Bildu. No acertó. Como tampoco había acertado en sus previsiones anteriores ni ha acertado en sus posteriores augurios sobre la llegada del Apocalipsis y la plagas bíblicas a Navarra. Malas previsiones, sí.