Leo que Savater anuncia su presencia el próximo domingo en la juerga política y mediática que se han montado en una tenebrosa karrikadantza Ciudadanos, Vox y PP en Alsasua. Es fácil de entender el hartazgo, malestar y cansancio de sus habitantes. Símbolo de la manipulación más vil y vergonzante para ocupar espacio político en los medios con nuevas falsedades mientras tres jóvenes cumplen ya 716 días de cárcel y otros cuatro 147 por una pelea en un bar con dos agentes de la Guardia Civil. De la impostura de Savater ya lo dijo todo Sánchez-Cuenca en su libro La desfachatez intelectual. Escritores e intelectuales ante la política. No me gusta Savater como no me gustan los discursos excluyentes, ya sea por razones de raza, política, sexo, cualificación profesional, clase social, nacionalidad o edad. Y menos aún quienes los practican políticamente. Esos personajes que buscan señalar y estigmatizar a los otros, a los que no piensan y actúan como ellos dicen que hay que pensar, actuar y votar. Personajes engreídos que se alimentan a sí mismos como poseedores únicos de un compendio de verdades absolutas que sitúan al resto, a quienes no las comparten, en el mal absoluto. Y hacen negocio con ello. Por iluminar al resto de los humanos y repartir certificados de buenos y malos cobran suculentos ingresos. Siempre del lado de los poderosos, claro, que son los que pueden agasajar inmejorablemente y situarlos en el candelero orgánico donde hay suficiente dinero, premios y prebendas para repartir. En Navarra es muy habitual esto. La obsesión de enviar paracaidistas de mayor o menor renombre en Madrid para explicar allí quiénes son los malos navarros y navarras. Son tipos que hoy y aquí o en Alsasua pueden decir una cosa y mañana y allí, la contraria, si se paga bien la juerga y la chanza. Pobres Savater y Vargas Llosa -también vino a Iruña a explicarnos cómo debíamos ser, pensar y vivir en Navarra- y otros similares, son sólo simples charlatanes políticos a sueldo.