El presidente Sánchez pide sosiego a la oposición tras hacerse pública la información de que un ultraderechista con un arsenal de armas en su casa pretendía asesinarle. El sosiego es parte del arte de la política. Lo ha sido siempre, como la retórica. Quien carece de argumentos o de capacidad de palabra intenta encubrir sus carencias con el barullo o la descalificación a gritos. Seguramente, la llamada de Sánchez al sosiego no tendrá eco alguno en Ciudadanos, PP o Vox. Como tampoco a estas alturas Esparza o Beltrán repensarán siquiera que en Navarra el sosiego en política ofrece más rendimientos que la estridencia inútil que ambos practican y que les retrata malamente. Esparza y Beltrán están ya muy señalados por unas encuestas que les indican que su estrategia de oposición dura no sólo no les ha dado rédito alguno, sino que les están devaluando como opciones políticas creíbles en una sociedad que ya hace tiempo que abandonó esos viejos discursos del siglo pasado. Basta repasar las intervenciones de Esparza en el Parlamento de Navarra esta semana para comprender que algo muy grave ocurre hoy en UPN. En todo caso, es su problema. Lo que es un problema institucional es que se utilice una institución democrática común como el Parlamento de Navarra para hacer una política zafia, de insultos y falsedades sin límite personal alguno contra la presidenta Uxue Barkos. Ese discurso perjudica social y electoralmente a UPN y a PP -eso ya es una evidencia-, alimenta el forofismo ultra y antiforal de Vox y Ciudadanos y devalúa la credibilidad de una Cámara en la que el debate parlamentario legítimo, abierto y honesto de los representantes democráticos de la sociedad navarra es su función prioritaria. El debate de ideas, el cruce de propuestas y la vehemencia en la defensa de las posiciones son valores de la propia democracia. Pero nada tienen que ver con un discurso en el que las mentiras tóxicas, la manipulación social y el extremismo ideológico son los únicos argumentos. No sólo es responsabilidad de UPN y PP, los órganos de dirección del Parlamento, con su presidenta Ainhoa Aznárez a la cabeza, son responsables de haber permitido una degeneración del uso instrumental de la Cámara como nunca se ha permitido antes en Navarra. Esparza y Beltrán y quienes les aconsejan, jalean y ríen -de esos ninguno se juega la cara en esto- sabrán, pero no les arriendo la ganancia electoral de ese camino, del que en todo caso se aprovecharán otros.