No es obligatorio esto de escribir una columna cada vez que llega un nuevo año, pero siempre me ha gustado ese cambio del calendario. Y más este año de celebración en el que DIARIO DE NOTICIAS cumplirá 25 años en los kioskos. Cada llegada de un nuevo año es como si te levantas con un nuevo mundo a tu alrededor, aunque en realidad no sea así. De hecho, es lo bueno que tiene eso de los deseos para el nuevo año, que no hace falta que se cumplan después para enumerarlos con optimista voluntad ahora. Se puede pedir mucho, poco o nada, que es lo que hace resignadamente la mayoría, consciente de que la realidad, desgraciadamente, supera casi siempre a las ficciones más atrevidas. Porque casi nada llega a buen puerto. Pero, en todo caso, los años nacen vivos, con 365 hojas del calendario por delante, y eso es lo bueno, lo excitante. El Año Nuevo nos sitúa ante dos visiones antagónicas: lo seguro y correcto, nuestro propio cómodo conservadurismo, en el que finalmente nos refugiamos ante las incertidumbres del cambio. Y la necesidad de una alternativa que satisfaga nuestras disconformidades más íntimas, ya sean humanas o materiales. La vida no cambia porque le arranquemos la última hoja al calendario. El tiempo tiene su propio tiempo y los hechos, sus propios planes. Quedan sólo lo bueno, lo menos bueno y lo malo de los últimos 365 días. Por eso no me voy a hacer promesas a mí mismo para este 2019. La experiencia reiterada me confirma que no las cumplo. Casi siempre llegamos tarde al nuevo presente y cuando le miras de frente, el tiempo ya lo ha convertido en pasado. Y aun así queda por descubrir el nuevo tiempo que inaugura el nuevo año. Incógnitas, anhelos, aciertos, errores, satisfacciones y desencantos. Inevitablemente, este 2019 también tendrá de todo. Suerte y salud.