Las instituciones navarras -Gobierno, Parlamento y Ayuntamiento de Pamplona- conmemoraron ayer el Día Europeo de las Víctimas del Terrorismo. Sin tapujos, sin estridencias y sin instrumentalización del sufrimientos de la violencia terrorista por intereses partidistas. Que estos actos coincidan con el recuerdo del 15º aniversario de la matanza yihadista del 11-M de 2004 en Madrid con 192 personas asesinadas no es un casualidad. Confirma el compromiso del cambio político y social en Navarra con la búsqueda de un “acuerdo ético de rechazo y condena de la violencia, de solidaridad con las víctimas, de reparación del daño causado y avance hacia la convivencia”. Y contrapone esa propuesta política con la realidad de aquel indigno intento de manipular a la opinión pública española por parte del Gobierno de Aznar, mintiendo a sabiendas sobre la autoría del brutal atentado, para intentar ganar unas elecciones manipulando el dolor de las víctimas. La diferencia entre ambos planteamientos es evidente. Una trata de utilizar el sufrimiento humano para obtener réditos políticos, mediáticos o económicos -que de todo hay tras la inventada teoría de la conspiración- y la otra pretende la inclusión de todas las víctimas de todas las violencias que han asolado a esta tierra las últimas décadas y también la participación de todos los grupos políticos y organizaciones sociales de solidaridad con las víctimas y la defensa de los derechos humanos. Se trata de consensuar un acuerdo honesto en el que la ética se imponga al odio y a la instrumentalización política y electoral de unas u otras víctimas para avanzar hacia una nueva convivencia en este presente del siglo XXI -y no permanecer anclados en el pasado siglo XX-, desde el reconocimiento a todas las víctimas de las diferentes violencias, que marquen en el futuro conceptos democráticos como justicia, memoria, reparación y reconocimiento.