la presentación de las candidaturas del frente derechista en Navarra -con escaso entusiasmo en UPN- dejó al menos claro cuál va ser su estrategia electoral: confrontación y frentismo para azuzar la agitación social. Un argumentario que confirmó el viernes Esparza en su intervención en el Foro de la Ser con el añadido de la desesperada llamada al PSN para que le apoye. Cuando Esparza habla de Navarra como cuestión de Estado en realidad está pidiendo a gritos la aplicación de un 155 a Navarra si él no gobierna. Lamentable, pero real. El frente de derechas ha comenzado ya su campaña sin una sola referencia a las necesidades y demandas de la Navarra actual. Un compendio de los viejos tópicos del pasado siglo de la derecha en Navarra aliñados con ese discurso bronco y exagerado que campa en la política española contra Sánchez. Una mezcla de machismo, racismo, homofobia, nostalgia de los tiempos imperiales y regreso al nacionalcatolicismo de caspa. Todo muy rancio. Constitucionalistas que han vaciado de contenido de la Constitución y que la incumplen sistemáticamente. Antiforalismo uniformador. Corrupciones y salchuchos sin límite. Y supuestos navarrísimos que dejaron Navarra al borde la quiebra financiera y presupuestaria hace sólo cuatro años. Esa es la suma que han mezclado. Y por encima de todo ello una idea tan simple como peligrosa: los que no están en este frente de derechas son el enemigo, los malos navarros y navarras. O ellos o el caos. De nuevo, el recurso al miedo. Simplismo político para ocultar un extremismo autoritario. UPN no sólo ha perdido sus siglas en esta huida hacia adelante, ha perdido también cualquier oportunidad de diseñar un discurso propio para la Navarra actual. Se ha limitado a traer a Navarra los términos del debate que agitan la política española desde Madrid. Quizá porque no tiene nada nuevo que plantear ni proponer permanece anclado en un bucle ya pasado. Un pasado al que pretende hacer retroceder a toda Navarra. Los cuatro años de oposición han dejado clara la incapacidad de sus actores para desmontar con datos y cifras objetivas e ideas propias los avances de la acción política del Gobierno de Barkos y de los ayuntamientos del cambio, un programa de actuaciones para transformar el modelo de desarrollo socioeconómico, los servicios públicos, la protección del medio ambiente, el empleo y la cohesión social que no se ha quedado en un agua de borrajas propagandística más. Entre tanto ruido mediático, con la confrontación de lenguas, símbolos e identidades como su argumento principal de ataque, conviene recordar de vez en cuando los aspectos realmente importantes para los intereses generales de la sociedad navarra. Este frentismo de derechas es el último recurso. Posiblemente, ese discurso extremista de la derecha más dura contentará a parte de sus militantes y votantes, pero le aleja de la mayor parte de la sociedad navarra, inmersa en otros debates, problemáticas y propuestas. Y mientras, Ciudadanos, que ya convirtió en papel mojado el acuerdo firmado entre Esparza y Rivera en menos de 24 horas, arremete de nuevo contra el régimen foral tildando de insolidario e injusto el autogobierno y alardeando de que el pacto con Esparza obligará a Navarra a pagar más al Estado. Y Casado y Vox le tratan de superar por elevación en su antiforalidad. Una suma tan patética como peligrosa para Navarra.