Chivite avanza su disposición a aceptar los votos del frente de derechas. Esparza, por supuesto, dice que de eso nada y que debe ser el PSN el que le vote a él para presidente porque Navarra Suma le doblará en escaños en el nuevo Parlamento. Es una de galgos y podencos, el baile de la conga, los primeros compases de lo que puede ser un apareamiento político tras las elecciones del 26-M, un escenario de vodevil que ya exigen los poderes fácticos del viejo régimen y sus pintorescos portavoces en Navarra y en Madrid, la mayor parte de ellos tipos y organizaciones adocenadas en el clientelismo y la subvención pública. Nada nuevo. Lo de siempre hasta el pasado 2015. No sé en qué acabará, porque lo primero sería que los números que salieran de las urnas les permitiera poner en marcha esa operación en un sentido o en otro. Creo que el PSN cometería otro error histórico volviendo a esa suma de contradicciones que sólo aglutina el reparto del poder ahora que puede recuperar una parte de su espacio electoral perdido. Pero como lo ha hecho antes, es difícil tener claro que no lo haga de nuevo. En este sentido, el orden de los factores en el apoyo a una o a otro entre ambos grupos políticos no altera el resultado final, la vuelta al pasado y las viejas formas políticas ya fracasadas. Creo que la campaña que le han diseñado a Chivite acierta en la estrategia de desplazar a Esparza del primer plano político como opción de Gobierno y eso está pesando en la coalición Navarra Suma, que ya arrastra importantes contradicciones y peleas internas entre sus miembros. Pero también creo que al mismo tiempo le está derivando de nuevo hacia donde no quería estar, al chapoteo en los cambalaches de siempre de ese viejo modelo político. Todo se reduce al reparto de puestos y cargos, al reparto del poder y a la exclusión política de una buena parte de navarros y navarras, la Navarra que mayoritariamente apoyó el cambio político y social en 2015. En ese campo de juego, Esparza aún tiene una baza en la manga, lo reconocen los propios dirigentes de UPN: que el PSOE necesite de los votos de Ciudadanos para mantener o recuperar el poder en alguna comunidad importante, por ejemplo Aragón. Un intercambio de intereses que derivaría necesariamente en una nueva obligación para el PSN de dar su apoyo a todas las derechas unidas bajo la excusa habitual de Esparza o los vascos, y los comunistas y los bolivarianos. Otro agostazo. Navarra siempre como cambalache en ese viejo modelo político.