Pedro y Pablo sorprendieron ayer a casi todos al ser incapaces de llegar a un acuerdo para un histórico gobierno de izquierdas. La penúltima oportunidad -quedará otra hasta el 23 de septiembre antes de repetir comicios el 10 de noviembre- quedó dinamitada ante la incompetencia de los líderes de PSOE y Podemos de gestionar la compleja aritmética parlamentaria. El mercadeo de carteras en plena tribuna parlamentaria no se lo merecían sus votantes ni la ciudadanía, que se hacen cruces de este reality show político. La letanía final de lamentos y acusaciones digna del Sálvame sólo tenía por objeto no quedar ante la opinión pública como el malo de la película. La presión social sobre ambos va a ser inmisericorde ante tanto tiquismiquis y cálculos electoralistas de precampaña. Iglesias nunca va a estar más cerca de su anhelado cielo de la Moncloa y Sánchez sigue teniendo la sartén por el mango y no consentirá una tercera investidura fallida. Y ya trabaja para darle la vuelta y llegar a septiembre con los deberes hechos (acudir al Congreso con la mayoría suficiente) para evitar las urnas. Con Podemos o con otras fórmulas por explorar. Dialogar, negociar y pactar no es de traidores. Es la clave de la política. Y para acabar con el hartazgo de la ciudadanía, hastiada de tanta incapacidad de los políticos.