Con los ecos todavía recientes de la sentencia del Supremo que condenó por violación y no por abuso a los cinco miembros de La Manada que violaron en un portal de Pamplona a una joven en los Sanfermines de 2016, una sentencia con la que el Tribunal fijó doctrina, no dejan de saltar nuevas alarmas ante las agresiones sexuales grupales que tristemente se están convirtiendo en algo habitual, en un modo de agresión que algunos hombres parecen haber incorporado en sus prácticas sexuales tratando de normalizar un delito. Aunque no existen estadísticas exactas al respecto, según los últimos datos publicados, cada seis días se produce una violación en grupo, 37 ya en lo que va de año, de ellas dos en el último mes, la última la sufrida esta semana en Bilbao por una joven de 18 años que ha denunciado haber sido violada, presuntamente, por seis hombres que han sido ya detenidos. Produce una mezcla de asco e indignación la cantidad de manadas que todavía andan sueltas por las calles. Cada nueva agresión se convierte en un clamor social de rechazo contra la violencia machista pero es al mismo tiempo una nueva zancadilla a la lucha por la igualdad. Preocupa y mucho que algunos normalicen la violencia sexual contra las mujeres y que se escondan en el grupo para delinquir. La violencia machista sigue siendo un problema estructural y es responsabilidad de toda la sociedad acabar con ella.