lo siento. A mí me parece otro episodio en Navarra de la instrumentalización política y mediática del sufrimiento generado por ETA. De los mismos que tratan de encajonar en el olvido a las víctimas de otras violencias. Un todo vale bajo el paraguas de los intereses políticos con acompañamiento mediático que siempre falsea la verdad. El pasado martes, el acto en memoria del cabo de la Guardia Civil Juan Carlos Beiro, asesinado por ETA en Leitza, se redujo a una excusa para arremeter contra la presidenta Chivite. La viuda de Beiro, María José Rama, negó el saludo a Chivite y a la consejera Ana Ollo y les acusó de “gobernar con etarras”. Otra mentira. Un episodio similar al ocurrido el pasado mes de agosto en el homenaje de recuerdo al teniente Francisco Casanova en Berriozar. Las acusaciones de la viuda de Beiro son falsas e injustas. Como lo han sido las que ha sufrido durante los últimos cuatro años anteriores Barkos. Chivite, o antes Barkos, asisten a los mismos por sus responsabilidades institucionales, pero también, y sobre todo, por sus convicciones personales políticas y éticas. Poner en duda su compromiso humano personal con la memoria, el reconocimiento y reparación de las víctimas de ETA es inaceptable y ruin. No es generalizada esta actitud, pero es cierto que en Navarra hay un grupo de familiares de víctimas que utilizan sistemáticamente esa condición para visualizar sus posiciones y discursos partidistas, principalmente al compás de UPN y PP. En el caso de María José Rama, de la ultraderecha de Vox, partido de cuya lista municipal en Pola de Siero, la localidad donde reside, formó parte en las elecciones locales del pasado mayo. Por supuesto, puede apoyar al partido que le parezca oportuno. Pero la ideología, discursos y posiciones de Vox, que se supone comparte ella misma, quizá tengan mucho que ver con su exposición ante los medios ese día. Chivite es presidenta de todo los navarros y navarras, elegida democráticamente, y por ello, además de objeto de críticas por su labor, es también sujeto de un respeto mínimo en su presencia institucional. Lo que no es asumible es que la mochila política e ideológica particular de un familiar de una víctima de ETA la tenga que cargar de forma colectiva el conjunto de la sociedad navarra. Es un camino sin recorrido en una comunidad en la que la inmensa mayoría está por la convivencia, la construcción y el entendimiento y no por la confrontación, el enfrentamiento y la manipulación. La diferencia de actitud entre otras víctimas de ETA y las víctimas de otras violencias sufridas en esta tierra lo dejan aún más claro todo. Un simple y triste juego partidista.