la política navarra se juega en el plazo de dos años, los que tiene por delante UPN antes del próximo congreso donde se dilucidará su presidencia. Tambores de guerra por tanto para el tripartito de Chivite, pues Esparza sabe que sus críticos ahora agazapados aflorarán si el Gobierno se sobrepone a su minoría y va ganando tiempo. Revalidado el discurso feroz de UPN en materia de símbolos y con ETA en la agenda diaria, los Presupuestos constituyen la siguiente batalla con Elma Saiz en el punto de mira. Urgida la consejera por la necesidad de pactar con una EH Bildu sin ataduras, y más después de que el PSN le privara de la alcaldía pamplonesa, y acuciada por un enfriamiento de la economía incompatible con el aumento del gasto. Esa dialéctica de colisión entre la dinámica de acoso de UPN como ariete de Navarra Suma y la de resistencia del Ejecutivo foral queda sin embargo supeditada al resultado de las generales del 10 de noviembre y de las relaciones que depare. En el supuesto de ese acercamiento entre el PSOE y Ciudadanos por el que parte del entorno de Sánchez suspira, la cohesión interna del Gabinete de Chivite sufriría, aunque no más que los equilibrios dentro de Navarra Suma. Una coalición que, como Esparza, tampoco soportaría la consolidación de la alianza estructural de PSN y Geroa Bai.