navarra Suma, con UPN como ariete, sigue aferrada al teorema de la traición, de Chivite naturalmente. No ya aireando un pacto previo con EH Bildu tan inexistente como que Maya es alcalde de Pamplona, sino ahora con la matraca de que la líder socialista ha mutado en nacionalista. Un pretendido estigma que le imputan a la presidenta por acatar una sentencia que impide la exención del IRPF de maternidad -se opta por las deducciones progresivas- y por mantener como responsable gubernativa de euskera a una consejera de Barkos -Ollo- sin que ello suponga que se recurra el restrictivo fallo que asimila la zona mixta a la no vascófona cuando Geroa Bai apostaba por la impugnación. Tantos bemoles tiene que UPN acuse de felonía al PSN tras sellar una coalición con una sigla antiforalista tipo Ciudadanos -tratándose el autogobierno del verdadero adhesivo de la sociedad navarra- como que achaque a Sánchez haber cedido al chantaje del PNV por sus votos en el Congreso. Porque nadie menos autorizado que UPN para criticar tejemanejes cuando es reincidente en perpetrarlos con el PSOE -y siempre en beneficio propio-, por ejemplo en 1996 a cambio de no enredar con la corrupción socialista y en 2007 ofreciendo la ruptura con el PP luego consumada. De hecho, Esparza alienta la tradición depositando sus expectativas a corto plazo en que Sánchez necesite al PP tras el 10-N y Casado cumpla el compromiso firmado con UPN de que todo pacto pase por que el PSOE sacrifique a Chivite. Toma cambalache. Y por escrito.