la próxima devolución a Navarra de la competencia de Tráfico de la que el franquismo le privó se ha convertido en la antología del disparate. La carrera de despropósitos la inició UPN desdiciéndose de su apuesta por el ejercicio exclusivo de una competencia histórica y ciscándose en los esfuerzos por recuperarla de las presidencias de Sanz. Un desvarío inducido por el ansia de desgastar al Ejecutivo de Chivite, lo que sin embargo supuso la primera fractura de voto en Navarra Suma, mostrando la pulsión jacobina de una entente que diluye la impronta regionalista fundacional de UPN. En ese caldo de cultivo dañino para el autogobierno ha encontrado el sector más reaccionario de la Guardia Civil un pretexto para clamar mañana en la capital navarra contra una afrenta a la Benemérita inventada por obvios intereses políticos. Pues en las conversaciones preliminares entre los gobiernos progresistas en Pamplona y Madrid ya se contempla para los agentes de Tráfico de la Guardia Civil una pasarela a la Policía Foral o la reubicación en otras unidades de su Cuerpo al objeto de que sigan en esta tierra. En el colmo del absurdo, algunos pretenden sembrar dudas sobre el consejero Remírez, víctima de la violencia de persecución en su juventud chantreana. Y los dislates que habrá que oír todavía.