a vida volverá. Y la difrutaremos de otra manera después de la cuarentena, sobre todo los que viven en las grandes ciudades. Mientras tanto no queda más remedio que adaptarse a la nueva realidad. Cada uno en el medio que le toca. Un ejemplo de paz y tranquilidad lo vemos en los pueblos pequeños, más acostumbrados que nosotr@s al silencio. El párroco de Otsagabia Livio Ledezma lo da todo estos días con sus feligreses a los que buzonea la hoja parroquial, eso sí, con guantes. Y va a pedir permiso a para hacer un rato de oración con música en la calle. Un fenómeno. También las casas rurales de Otsagabía y otros pueblos de la montaña han visto anuladas las reservas pero ofrecen un cambio de fechas. A Nazario Urrutia, jubilado de Arizkun, le hubiera gustado tener la huerta preparada y recoger tomates para las fiestas de San Juan pero no puede ser. Y además de salir al balcón a hablar con los vecinos se ejercita con la bici estática. Jesús Perez de Obanos, en Errotz, que ha tenido que cerrar la posada ha vuelto a tocar la trikitixa. En Tulebras su alcalde saca los bandos por Whats App que también sirven para reprender a algunos vecinos que no respetan el confinamiento o salen a correr. Y lo identifican rápido. Con nombres, apellidos, nombre de la casa y de los padres. Es lo que tienen los pueblos...