o soy nada partidario del viejo prietas las filas. Ni de las unidades forzadas bajo cualquier excusa de interés de Estado. Tampoco de los pactos amañados al albur de intereses particulares. Prefiero el intercambio de propuestas, de opiniones y de ideas. El libre ejercicio de la colaboración fundamentado en acuerdos de fondo coherentes y efectivos para el interés general. Y también el libre ejercicio de la crítica y de la discrepancia. Son las bases fundamentales que hacen sana a la democracia. Incluso en situaciones de excepcionalidad. Porque la excepcionalidad no asegura la infabilidad en la toma de decisiones a quienes corresponde tomarlas. Y, en este sentido, el Gobierno de Sánchez creo que se está equivocando. La unilateralidad, la imposición, la uniformidad y la centralización no son buenos criterios. A los hechos me remito. Las decisiones deben ser eficaces para el conjunto de la sociedad, y la sociedad no tiene los mismos problemas, necesidades y demandas en el conjunto del Estado. Pero, al mismo tiempo, echas un vistazo a la mayoría de la prensa de Madrid, prácticamente toda en manos conservadoras y al servicio de los intereses partidistas del PP y Vox, y parece que este Gobierno y el conjunto del Estado está en una situación de caos apocalíptico camino de un desastre total irreversible. Las portadas son un compendio de malas noticias, exageraciones, cuando no falsedades y manipulaciones, y de tipos, la mayor parte personajes de medio pelo, con predicciones catastróficas o directamente insultando al presidente Sánchez, al vicepresidente Iglesias y a toda la corte ministerial. Si ya visualizas alguno de los programas que copan la telebasura en las grandes cadenas o las tertulias de las emisoras de radio piensas que vives en Navarra y que Navarra solo puede ser un planeta de una galaxia muy lejana a millones de años luz de Madrid. Sánchez debiera repensar su estrategia de toma de decisiones y de comunicación con sus aliados políticos y con el resto de las fuerzas parlamentarias. Pero lo de Casado, Abascal y su corte de aplaudidores bien pagados no tiene un pase. Al menos a mí no me gustaría verlos al frente de la gestión de esta crisis sanitaria excepcional. Basta recordar su gestión en la inmoral e ilegal guerra de Irak, del Prestige, de la matanza yihadista del 11-M, del avión militar Yak-42 estrellado en Ucrania, de la crisis de 2008 al rescate de la banca con miles de millones de euros públicos a fondo perdido o de la sanidad pública en Madrid. Esa mochila política sí da miedo.