as ciudadanías de Galicia y la CAV votarán cuando el coronavirus lo permita a dos PP que se parecen como un lustroso huevo campero a una castaña pilonga. En el caso de Feijóo, una oferta ganadora con vocación de centralidad y transversal, pues se dirige al electorado moderado que antepone la gestión a otras consideraciones bajo el paraguas de un regionalismo a la gallega que opera como adhesivo de sensibilidades diversas. Nada que ver con el resucitado Iturgaiz, apartado por Casado de Europa y luego rehabilitado tras liquidar a Alonso para subir al monte al PP vasco del bracete de Ciudadanos. Operación esta última disparatada al gestarse de espaldas a la militancia del partido en Euskadi -cuestionada por la cúpula nacional incluso en cuanto a su firmeza contra ETA-, además de perniciosa para una tierra cuya pujanza se basa en el autogobierno que Ciudadanos denuesta tildando de cuponazo el Concierto Económico. Y todo porque Casado ha convertido a la CAV -con Navarra como precedente- en otro laboratorio de concentración extremosa para su exclusivo interés, desde una radicalidad ideológica que le erija en el referente a la diestra del PSOE. La doble pregunta reside en cómo quedará Casado y qué será del PP si Feijóo triunfa e Iturgaiz se estrella, como es de prever con un mínimo conocimiento.