l fanatismo es de lo peor. Y no distingue de cuentas corrientes, ni de estudios completados. Sirvan como muestra los manifestantes ilegales del madrileño barrio de Salamanca, feudo de PP y Vox, que arriesgan la salud individual y colectiva para vociferar contra Sánchez. Si ya resulta necia esa temeraria actitud, la estupidez alcanza cotas superlativas cuando esos congregados exigen ahora el desconfinamiento total después de censurar el retraso en imponer el encierro. Y además braman contra lo que consideran un gobierno autoritario clamando por la libertad que socavó algún régimen dictatorial que esos mismos borjamaris blanquean o directamente añoran. Como corolario de su estulticia, tales patriotas de hojalata, que anteponen el tamaño de la bandera a la integridad de sus conciudadanos, se erigen en los mejores aliados de la izquierda que pretenden combatir como caricatura de la legítima crítica ante la ambivalente gestión de la crisis del covid-19. Cabe exigir en este caso la aplicación de la ley, tanto del derecho de reunión como en materia punitiva, en los mismos términos que respecto a convocatorias de otra naturaleza. Pues la ejecución de la norma no debe entender de ideologías, por mucho que esos pijos con ínfulas no comprendan cómo la Policía que creen suya y solo suya pueda multarles.