o están nada contentos los propietarios de discotecas y salas de fiesta con las restricciones establecidas por el Gobierno de Navarra. Ni el aforo ni las medidas hacen rentable la apertura. Así que el Can't stop the music de los Village People seguirá criando polvo en la estantería. Lo mismo que el Bailar pegados de Sergio Dalma, este con más motivo porque puede convertirse en un himno reivindicativo de los descontentos. Porque ¿qué es una discoteca si hay que respetar los dos metros de distancia? Hace años que la gente ya no baila el agarrao de las lentas con la iluminación de la sala en penumbra; ahora son los ritmos caribeños los que provocan el roce y la fricción de los cuerpos, el tanteo y el tonteo. ¿Y qué me dicen de esas parejas que se lanzan a la pista para exhibir sus progresos en las clases de bailes de salón, danzantes académicos, como escapados de aquellos concursos que emitía la ETB? Si es que incluso para hacerlo suelto la distancia de seguridad es un incordio€ Las discotecas o son templos del baile o no son. Por no citar que al volumen que suena la música es imposible entablar una conversación si no es boca en oreja. Los que se quejaban antaño porque las chicas sacaban los codos en discotecas y verbenas para marcar las distancias y alejar las tentaciones podrán entender más fácilmente ahora de qué va la nueva normalidad.