ubo una polémica bastante gruesa en abril cuando el periódico El Mundo decidió publicar en portada la foto de decenas de ataúdes de víctimas del covid en la morgue improvisada en el Palacio de Hielo de Madrid. No sé qué pasa de un tiempo a esta parte que se nos abren las carnes cuando nos ponen delante de las narices la parte trágica de la vida. Sucedió con la imagen del cuerpo del pequeño Aylan inerte en la arena de una playa del Mediterráneo. No fueron pocas las voces que pusieron el grito en el cielo hablando de amarillismo. Sin embargo, esa imagen denunciaba mejor que miles de manifiestos la tragedia de gentes obligadas a escapar del hambre, de la miseria y de la guerra sin que el resto del mundo les brinde su colaboración. Por eso, ahora que la irresponsabilidad está provocando rebrotes en una pandemia que va a costar mucho más controlar, quizá sea el momento de andarse con menos remilgos y mostrar a tanto insensato imágenes de las UCI con pacientes intubados y dar espacio a historias de quienes sufren severas secuelas causadas por la enfermedad. Campañas similares en materia de tráfico o de consumo de tabaco han tenido un impacto con resultados positivos en la sensibilidad social y en la concienciación colectiva. Algo hay que hacer, porque no escarmentamos.