ras 90 horas de cumbre los 27 países de la UE sellaron un histórico acuerdo para reconstruir social y económicamente Europa, apuntalar un europeísmo alicaído y mejorar las condiciones de vida de gran parte de sus 450 millones de habitantes. El ejemplo de 27 países con sus complejidades, idiosincrasias e intereses muchas veces contrapuestos para llegar a un pacto en pro del interés común es sistemáticamente desdeñado en España. Sánchez incapaz de sumar a sus proyectos de reconstrucción a la mayoría (maltrecha a estas alturas) que sustentó el Gobierno de coalición intenta tejer alianzas multidireccionales para sacar adelante unos pactos apremiantemente necesarios. Soportando incluso la altanería de una derecha con un cuestionable sentido de Estado que aprovecha cualquier arista para avanzar en su estrategia de desgastar en vez de construir y de ningunear los logros de una cumbre que permitirá sembrar el país con 140.000 millones, el maná del siglo XXI. Una imagen de unidad, aunque fuera a regañadientes, hubiera sido más balsámica y edificante, como hicieron los dirigentes de la misma familia política del PP en Bruselas. Pero la derecha ha optado por esquivar el compromiso. Ahora toca retratarse en la tarea legislativa en el Congreso y en el debate de los Presupuestos. Responsabilidad o electoralismo. Esta es la cuestión