adie nos había preparado para el verano del covid-19, el de la nueva normalidad en la que todo es diferente. Y de pronto nos hemos zambullido en él con la incertidumbre en la mochila y el miedo como contrapunto al excesivo relajamiento propio del tiempo estival. Miedo sí, pero no para pararnos de nuevo sino como palanca necesaria para mantenernos en alerta. El elevado número de contagios registrado en el último mes en Navarra y en otras zonas del Estado, la mayoría de ellos ligados al ocio y la vida social, ponen de manifiesto que el virus sige activo, que nunca, ni en los días de cero casos, deja de estarlo, y que ataca cuando menos te lo esperas, de ahí que relajarse en exceso tiene consecuencias. Al mismo tiempo ha evidenciado que Navarra cuenta con un potente sistema de control, seguimiento y rastreo que va permitiendo ir acotando los brotes. Pero ponerle barreras al virus no es solo un asunto de Salud. Es, y no nos queda otra, un tema de responsabilidad y solidaridad individual y colectiva. A la sociedad se nos pide poner en práctica una nueva manera de relacionarnos, vivir un ocio diferente, disfrutar más al aire libre, tener menos contactos sociales y si los tenemos que sean lo más seguro posibles. Si lo miras así, aunque es complicado en la práctica, no es tanto pedir, y más si es efectivo teniendo en cuenta lo mucho que nos jugamos.