onvivir durante un tiempo que no parece que vaya a ser corto con la covid-19 es lo que viene. No habrá siquiera nueva normalidad. Simplemente, la no normalidad que genera la incertidumbre de lo que pueda ocurrir al día siguiente, la próxima semana o el nuevo mes que se acerca. Es lo que hay y lo que ciudadanas y ciudadanos debemos asumir como la realidad de este presente y futuro inmediatos. Ya sea en el ámbito familiar, en la convivencia social, el ocio en todas sus variantes, el trabajo, el reinicio escolar y académico, la vuelta a las actividades deportivas y en todo aquello que conforma la cotidianidad de cada vida. Ya convivimos con otras enfermedades epidémicas y y no epidémicas que ocasionan inestabilidad sanitaria de forma periódica o permanente y en muchos casos también mortandad cíclica o constante. La irrupción de la covid-19 ha supuesto un golpe de realidad que ha necesitado de un gran esfuerzo profesional y público en el ámbito sanitario y otros muchos y ha generado nuevos nubarrones en el marco de la estabilidad social, laboral y económica tras más de una década arrastrando una crisis casi permanente. Todo eso sigue aquí. El verano está siendo la mejor confirmación de que el coronavirus sigue con nosotros y seguirá. Es cierto que los datos de contagios en constante crecimiento las últimas semanas indican un nuevo fracaso político y social, y que otoño -con la vuelta al cole y el regreso de la reactivación económica-, ofrece señales a día de hoy inciertas. Se trata de afrontar la realidad en sus parámetros objetivos y de adoptar las medidas necesarias y explicarlas y comunicarlas de forma coherente. Esto es, prescindir de las demagogias interesadas, huir de la estupidez negacionista y conspiranoica, denunciar la política tóxica y la información basura e impulsar aquellas medidas colectivas e individuales que puedan aportar eficacia y eficiencia para minorizar los riesgos de la covid-19. Los resultados serán mejores desde la tranquilidad y responsabilidad que desde una extensión incesante del alarmismo más negativista, egoísta e individualista. Sigo pensando como hace unos meses, que lo común y colectivo y la serenidad social arrojarán mejores resultados como instrumentos contra la covid-19 para las personas y las comunidades que el ruido y la bronca y que el oportunismo o la imbecilidad. Navarra, con sus aciertos y errores, dudas y equívocos, transita a día de hoy mayoritariamente -aún sin renunciar a la crítica y el desacuerdo y a la exigencia de responsabilidades a los responsables políticos-, por un camino que parece coherente y adecuado. El tiempo dirá cuál de los caminos en un cruce con destinos opuestos se acabará imponiendo.